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Nº 23 abril 2025
A principios del siglo XVII fue erigido en convento por D. Gabriel, doña María y Dª Francisca
Merino, hijos del Corregidor D. Antonio Merino; siendo por esta época, según se cree,
cuando se nombró este santo lugar, residencia de la sagrada imagen de nuestro Nazareno.
Allí permaneció durante muchos años, así como también el Santo Sepulcro que hoy se
guarda en el oratorio de D. Domingo Mazuelo.
En 1836, pasaron las religiosas de San Martín a las Agustinas Descalzas, sirviendo solo el
local para las viudas de los militares.
Y en 1849, se instalaron en este edificio, bajo los auspicios del Ayuntamiento, una Escuela
Normal. Entonces fue cuando pasó Jesús Nazareno a la Iglesia donde hoy se venera o sea
San Juan de Dios, que fue fundada por fray Baltasar de la Miseria, primogénito de los
Marques de Camarasa a fines del siglo XVI&
Y pues he trazado a la ligera, unos perfiles históricos, enclenques y mal hilvanados, ya que
por desgracia mía soy mal estilista y peor erudito, voy a formar algo en concreto de este
juicio mío sobre la poesía, sobre la profunda observación del Nazareno.
Al mirar a esta imagen, fijos los ojos en el suelo, el rostro acardenalado y sudoroso, el
cuerpo encorvado, los ojos tristes y llenos de una piadosa resignación, Jesús Nazareno es
como un deliquio pasional, como ese milagro de éxtasis que flota en esas pupilas hebreas
de las hijas de Siria en el bajalato de Acre, de las Vírgenes de Nazaret.
La frente de nuestro Nazareno es una huella de la verdadera pasión, una huella divina,
ensangrentada, bajo la tersura color lirio. Es un poema todo tristeza y espiritualidad, en el
canto azul y piadoso, el misterio suave, cálido y sentimental que tiembla en sus pupilas
nazarenas&
El que es egabrense y siente el arte, el artista que sienta este espíritu de egabrensidad que
flota en el ambiente de mi pueblo un Viernes Santo, no tiene por menos que sentirse niño,
mientras palpita en su corazón un nerviosismo tan humano, como divina fue la causa que
lo produjo.
Para sentir de hombre este recogimiento, esta devoción, es necesario criarse, crecer y vivir
desde niños este ambiente esencialmente andaluz, eternamente cordobés y puramente
egabrense&
Yo recuerdo de pequeño, cuando he visto la procesión de Jesús Nazareno, haber sentido
mucha pena, mucha devoción y una extraña anomalía espiritual que no comprendía
entonces y que hoy traduzco en poesía religiosa; poesía mucho más honda que aquella
que cantó San Juan de la Cruz, porque la poesía, y sobre todo esta de Jesús, es más grande
y más honda, cuanto más niño y más inocente fue el corazón que la sintió&
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