Diciembre 25 - Flipbook - Page 26
Revista cultural año 2025
avanzando hasta que se colocó cerca de ella. Ella lo miró y le sonrió; en ese momento el
mundo dejaba de tener importancia. Gritó algo y el contingente que regentaba se abrió,
dejándole hueco para entrar en su escuadrón. El viajero se situó a la derecha de ella, así
que su escudo le pertenecía y la protegería en el combate.
Uno de esos centuriones le lanzó una estocada que choca en su escudo provocando un
leve cosquilleo en el antebrazo; impulsó fuertemente hacía arriba su escudo y su espada
vuela hacia atrás mientras que ella aprovecha para cercenar el cuello de ese bastardo que
cae al suelo con los ojos opacos, ausentes de vida. Otro ocupaba su lugar; de repente
sintieron el rugir de una trompeta, eso indica que estaban perdiendo y tenían que retirarse
hacia las murallas de Ilión. Ellos como soldados disciplinados sabían lo que tenían que
hacer y retrocedieron todos al unísono hacia las puertas de las murallas sin perder la
formación.
En ese instante un centurión le lanza una estocada a la altura de la cara que consiguió
esquivar de milagro; rápidamente golpeó con su kopis, una espada griega curva de un solo
filo, y acierta en el casco enemigo. Golpeó con fuerza lo suficiente para abollar el casco y
hundir el cráneo a ese desgraciado. Siguieron retrocediendo y cada vez estaban más cerca
del portón de la muralla; los últimos de su formación ya estaban entrando, pero de repente
el terror se le dibujó en su cara: vio a un hombre a la derecha de la formación enemiga con
un casco abierto, de aspecto hermoso y unos rizos rubios que le caían sobre los hombros.
Menos ancho de espaldas que el viajero, pero con unas proporciones idílicas para un ser
humano, sabía que se trataba de Lucio Cornelio Escipión Asiático, el cónsul que estaba
poniendo en jaque a Antíoco II, el rey seléucida. Segaba vidas a su paso tan fácil como un
campesino segaba el trigo.
¡Mierda! — Pensó; solo tenían que aguantar un poco más y entraban, las puertas estaban
empezando a cerrarse y Lucio cada vez estaba más cerca de ellos. Debían aguantar para
que cerraran las puertas y salvaran por un día más la ciudad y su gente; ojalá el sacrificio
no fuera en vano, desde luego de su parte no, si conseguía que Flaminia siguiera viva. Ella
se paró y le miró con la cara del que ha perdido la esperanza; la puerta estaba más de la
mitad cerrada. Él soltó el escudo que al chocar contra suelo rebotó dando un sonido
metálico que apenas se escuchó entre la locura del combate; la abrazó un instante, unos
segundos que ojalá fueran eternos, le susurró al oído que la quería y la empujó con fuerza
hacia la puerta de la muralla, entrando dentro de las murallas justo antes de que la puerta
se cerrara. Ella vivía, el viajero moría; le pareció justo&.
De repente y sobresaltado, abro los ojos, siento un pequeño zumbido en la cabeza y miro
alrededor. Todo es blanco, diáfano y parece infinito; al frente mía, un sillón grande, blanco,
y en él sentado un ser; su piel era pálida, sus cabellos dorados y vestía un ropaje blanco de
una tela que nunca había visto. Me acerqué y pregunté:
— ¿Estoy muerto? ¿Es esto el Hades? ¿Eres un dios? ¿Quizá eres Zeus? O ¿Eres Hades? —
Contesté pensativo y un poco asustado por la incertidumbre de no saber qué me iba a
ocurrir.
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