Julio 2025 - Flipbook - Page 39
Revista cultural año 2025
-Al otro lado del extremoTrece meses antes, en junio de 1934, durante una reunión de la cámara provincial agraria
en Córdoba, Don Gervasio, asistió como representante de la cámara local. Lo acompañaba su hijo
Joaquín, algo inusual para él, pero en esta ocasión tenía un objetivo muy claro. El partido de
derechas FE (Falange Española), que había sido fundado en el 33, acababa de fusionarse con las
JONS. El ideario de este nuevo partido era casi una religión para toda la familia de Don Gervasio:
defendían la unidad de España, la justicia social mediante un sindicato único, la autoridad total del
Estado y un fuerte rechazo a la democracia, al parlamento, a los partidos políticos tradicionales y
al separatismo. Su carácter violento se manifestaba en el territorio nacional en frecuentes
enfrentamientos, "razzias" matoniles contra grupos de izquierda, especialmente con las
juventudes socialistas y anarquistas. El anhelo de la familia del cacique se hizo realidad ese día
cuando, por fin, recibieron el visto bueno para crear y organizar una sede del partido en el pueblo.
Para enero de 1935 ya contaban con una casa y cuarenta afiliados, y tres meses después ya se
hacían notar en la comarca junto a otros grupos falangistas de poblaciones cercanas. Sus métodos
eran simples, pero efectivos: las direcciones locales del partido recibían notificaciones de sus
"observadores" que señalaban a personas u organizaciones involucradas en actividades
izquierdistas, anarquistas o cualquier otra que fuera contra las tradiciones nacionales o atentara
contra la moralidad cristiana. Esta información se transmitía a una célula de otro pueblo, y esta se
desplazaba y se encargaba de corregir y aleccionar con violencia a los "transgresores" de las buenas
costumbres. De esta manera, los falangistas locales eran indetectables e imposibles de denunciar.
-Santiago el sepultureroSantiago llevaba más de quince años en el pueblo, había llegado desde La Rambla. Un
amigo, a quien conoció haciendo el servicio militar, le prometió trabajo en su pueblo natal, en una
zona donde se había descubierto una gran veta de arcilla, en los barreros del lugar. Santiago era
experto en todo tipo de barros; desde pequeño había trabajado con sus padres en las cerámicas
de La Rambla, y su conocimiento del material sobre el terreno era excelente. Sin embargo, su
verdadero fuerte era la cocción del barro y el manejo de los hornos, una ventaja que pocos poseían.
El nuevo empleo le ofrecía condiciones excelentes en comparación con las de su pueblo: una buena
casa y un sueldo muy aceptable para empezar una nueva vida. Era una oportunidad irresistible.
Acababa de casarse y la suerte parecía sonreírle. Poco después, su mujer quedó embarazada y su
suegra se desplazó para acompañar a su hija en el parto.
Llegado el momento, el parto fue extremadamente complicado. El niño estaba mal
colocado y la partera del pueblo, finalmente, logró posicionarlo. Sin embargo, en la manipulación,
el feto sufrió daños. Nació con varias deformaciones en su columna, piernas y brazos, y
especialmente quedó dañado su tierno cráneo. Aun así, no podrían conocer el alcance total de los
daños hasta que su cuerpo se desarrollara. Su mujer, después de cuatro días de parto, quedó
tranquila y calmada, se durmió sin ver a su hijo. Al día siguiente, ya no respiraba; una hemorragia
interna no detectada se la había llevado. La suerte de Santiago se torció después de esos cuatro
días. No podía creer lo que le estaba sucediendo. Tardó varias semanas en poder volver a trabajar.
Todo aquello lo había descolocado, no sabía cómo enfrentar de nuevo su vida. Su suegra se quedó
para ayudarle en las labores de la casa y atender a aquel ser deforme, distinto a cualquier
concepción de persona aceptada. Con el tiempo, su amargura creció al no ver salida a su vida, a su
futuro. Empezó a frecuentar las tabernas después del trabajo; aunque nunca había bebido, aquel
descubrimiento le consolaba el resquemor del dolor. Se sentía acompañado, le daba calor y
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