Noviembre - Flipbook - Page 23
Revista cultural año 2025
En el resto de España, la guerra seguía. El bombardeo de Cabra apenas ocupó unas líneas
en los periódicos de la zona nacional. En el extranjero, nadie habló de aquella masacre. El
mundo entero recordaría Guernica, inmortalizada por Picasso, pero Cabra quedó en el
silencio, como si sus muertos no merecieran memoria.
Sin embargo, para los que lo vivieron, aquel día marcó un antes y un después. La guerra,
que parecía lejana, se había convertido en ceniza en las manos.
Hoy, más de ocho décadas después, Cabra sigue recordando. Cada 7 de noviembre, el
pueblo evoca aquella mañana en la que la muerte cayó del cielo. En las calles aún resuena
el eco de los gritos, y en los silencios aún se percibe el temblor de la tierra desgarrada.
El bombardeo de Cabra no fue una batalla, ni un gesto militar estratégico. Fue un crimen
contra la vida cotidiana, contra la inocencia de los que solo querían vivir en paz.
Porque aquel amanecer roto nos recuerda que las guerras siempre se ensañan con los más
indefensos. Y que la memoria, aunque relegada al olvido de los grandes libros de historia,
permanece viva en el corazón de un pueblo que nunca olvidará el día en que el cielo se
abrió sobre Cabra.
A las 7:30 de la mañana del 7 de noviembre de 1938, Cabra sufrió el bombardeo más
devastador de su historia. Tres bombarderos republicanos Tupolev SB-2, conocidos como
Katiuskas, descargaron sobre la ciudad alrededor de dos mil kilos de explosivos en apenas
dos minutos.
El resultado fue terrible: 109 muertos y más de 300 heridos, la mayoría civiles que a esa
hora llenaban la Plaza de Abastos, la Villa o las inmediaciones de las Escolapias. Cabra no
era frente de guerra ni tenía objetivos militares de relevancia. El ataque se enmarca en la
estrategia republicana de dispersar las fuerzas franquistas, debilitadas en el frente del
Ebro.
Sin embargo, a diferencia de Guernica, la masacre de Cabra quedó relegada al olvido,
eclipsada por otros episodios de la Guerra Civil y por la inminencia de la Segunda Guerra
Mundial.
Hoy, más de ocho décadas después, la ciudad sigue recordando aquel amanecer en el que
la muerte cayó del cielo.
In Memoriam
En recuerdo eterno de quienes perdieron la vida aquel 7 de noviembre de 1938.
Sus nombres siguen escritos en la memoria de Cabra, donde cada campanario y cada calle
conserva el eco de su ausencia.
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