Noviembre - Flipbook - Page 30
Revista cultural año 2025
— Pero, viajero, si según tengo entendido han venido a por un guerrero, no una mujer,
aparte de controlar el comercio del mar Egeo. Todo esto por una mujer, parece que vamos
a revivir esa batalla de la que hablaba Homero — Dijo Laertes entre risas ante lo irónico de
sus palabras.
— Te equivocas, Laertes, es una mujer, sacerdotisa de Isis, pero te aseguro que se trata de
ella y es más fiera que cualquier guerrero, luchando como siempre ha hecho en su vida y
por lo cual me hace estar muy orgulloso de ella. Además, tiene un corazón enorme y
siempre se ha puesto de parte del débil.
— ¿Y esta Ilión, aparte de la famosa guerra de Troya, no ha sido la primera vez que se
destruye, no? — Preguntó el viajero a su compañero de hoguera.
— Sí, exactamente; aparte de la guerra entre troyanos y aqueos hubo varias guerras y
terremotos que destruyeron la ciudad. Ahora estamos otra vez ante otra guerra justo
cuando Ilión estaba floreciendo, el ser humano y su ambición. En fin, viajero, mañana
estaremos luchando contra los que quieren privarnos de libertad. Ojalá Tyché te honre y
encuentres lo que buscas. Debemos descansar para estar frescos.
En ese instante Laertes dejó de hablar y se tumbó al lado de la hoguera y cerró los ojos,
dispuesto a descansar lo que su propio nerviosismo le permitiera. El viajero comenzó a
quitarse la panoplia e ir en la oscuridad de la noche a darse un baño a un riachuelo cercano.
Mañana le venía un día duro; pensó un instante en esa mujer y en cómo esa mujer podía
cambiar el rumbo del destino.
A la mañana siguiente, el sol rasgaba el horizonte dejando marcas de luz en un cielo
estrellado, donde las estrellas se disponen a dormir mientras todo el cielo comienza a
iluminarse dejando un reflejo de colores azulados. Todos en el campamento empezaban a
despertarse; el viajero no había pegado ojo. Laertes, su compañero de hoguera, le
observaba, con ojos pegados por legañas y con la cara de fastidio de un hombre al que no
le gusta madrugar. El viajero estaba de pie comiendo un trozo de queso de cabra en lo alto
de un pan mohoso mientras veía ese fascinante espectáculo que era ver a todo el
campamento que empezaban a recoger las tiendas, a apagar hogueras, a comer restos de
resina y fruta que tenían en sus alforjas.
— ¡Buenos días, Laertes! — gritó con cierta sorna.
— Buenos días, viajero, hoy es nuestro gran día ¿Estás preparado? — Dijo sonriente
Laertes.
— Listo o no, lucharemos, la huida no será una posibilidad — Se expresó pensativo el
viajero. Le dio un último bocado al pan y se lo pasó a Laertes.
— Come algo, te hará falta — Comentó mientras avanzaba hacia un caballo donde
guardaba las pocas pertenencias que se había traído de su tierra. Se puso la coraza, grebas
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