Noviembre - Flipbook - Page 31
Revista cultural año 2025
de bronce, ató el casco corintio a su cintura con una cuerda y cogió su áspide, un escudo
redondo en el que aparece pintado un ser divino, Medusa.
De pronto, un general empezaba a gritar que avanzaran hacia Ilión. Al poco tiempo todo
el ejército estaba preparado para la marcha; según parecía sería una marcha forzada,
tenían que llegar pronto. El viajero lanzó un beso al cielo por si no volvía con vida y
comenzó a caminar. El terreno era pedregoso con pocas sombras, a la vez que el día estaba
ya caluroso a pesar de que estaba amaneciendo. Al horizonte se veía una montaña de altos
cipreses que escondían la ciudad de Ilión. Ciudad de altas murallas y fieros guerreros, al
igual que un río que a simple vista solo albergaba vida pero escondía piedras afiladas como
espadas. Siguieron avanzando sin descanso hasta que llegaron a la montaña; las sombras
les daban algo de descanso y cobijo a ese calor infernal.
Los generales gritaban: "¡Parad!", y todos ellos, leales guerreros, paraban el paso. Un
hombre alto que entraba en la cuarentena de edad, empezó a hablar. Tenía el pelo largo y
el bigote afeitado al estilo espartano; el pelo dejaba ver unas hebras de un gris claro, como
la nieve deja sobre la roca la misma marca. Tenía ciertas arrugas de expresión, pero dejaba
ver una piel tensa y fuerte como el propio cuero. Preparó su garganta con una tos suave y
dijo:
— Soldados... Hoy hemos venido aquí a luchar con honor, con nuestros propios hermanos
y en contra de lobos que ya se han comido nuestra Grecia; solo queda una pequeña
resistencia, pero con la certeza de que la lucha por lo que queremos es lo que más merece
la pena en esta vida.
En ese instante, mientras la voz del general ocupaba un segundo plano en su conciencia,
se permitió el lujo de pensar en Flaminia, en pensar en ella una vez más y en todo lo que
estaba dispuesto a sacrificar por volver a ver su sonrisa. Esa sería la última vez que él podía
permitirse desconcentrarse antes de la batalla; tenía que tener la mente en el objetivo que
le había traído hasta allí.
De repente sus compañeros gritaban y volvían a la realidad; imaginaba el viajero que era
por las frases motivadoras del general. Finalmente, para terminar, el general espartano
dice:
— Con nada más salgamos de la montaña bajaremos la ladera en carrera y montaremos la
falange por el flanco derecho de Ilión. Los romanos no se esperan esta ayuda, así que por
Zeus, que les pillemos de sorpresa; luchad, soldados, y volver, con el escudo o sobre él.
Todos sacaron de sus gargantas un rugido de animal. El viajero se caló el casco corintio
atado a su cintura; el sonido se amortiguaba con el casco y solo escuchaba ruido que no
sabía interpretar. Volvieron a andar más ligeros, y más, y más; pasaban a un trote liger,
veían el pico de la montaña con un corte iluminado por el sol, como si se tratara de la señal
de salida de una carrera. Ya no había marcha atrás, los dados estaban echados, la batalla
era inminente. Todos bajaban corriendo la ladera abajo como almas guiadas por el
mismísimo Ares ; con cada paso que daban más cerca se veía el enemigo. El viajero miraba
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